Más de 300 especies de animales silvestres del Perú son objeto de tráfico ilegal y 57 están en alguna categoría de amenaza.
Entre estas figuran el cóndor andino, el guacamayo escarlata, el pingüino de Humboldt, o monos como el choro de cola amarilla, el huapo colorado, o el tocón, que es endémico de nuestro país.
Con el objetivo de sensibilizar a la población frente a la problemática de tráfico ilegal de animales silvestres, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) y Wildlife Conservation Society (WCS), junto a un grupo de organizaciones públicas y privadas, están lanzando la campaña Si compras, eres cómplice, que se enmarca en la Estrategia Nacional para Reducir el Tráfico Ilegal de Fauna Silvestre, recientemente aprobada por el Poder Ejecutivo.
Para mayor información sobre la campaña se puede visitar la página web http://sicompraserescomplice.pe/
Negocio criminal
Según la Oficina de las Nacionas Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el tráfico de vida silvestre está clasificado como una de las mayores actividades del cimen organizado transnacional, junto al narcotráfico, la trata de personas y el tráfico de armas. Se estima que este negocio ilícito mueve entre 8 y 10 mil millones de dólares anuales (UNODC, 2013).
La principal causa del tráfico de animales silvestres en el Perú es la demanda como mascotas, pero los volúmenes que se mueven por el comercio ilegal de partes (como recuerdos y adornos) y de carne, también son preocupantes.
De acuerdo a una reciente encuesta de Ipsos a nivel nacional, un 14% de los encuestados tiene o ha tenido algún animal silvestre como mascota y un porcentaje similar adquiriría uno.
Crueldad extrema
Entre 2000 y 2015, en el Perú fueron decomisados más de 62,000 animales silvestres vivos.
De acuerdo a un estudio de WCS (2017), la venta partes o de animales vivos como mascotas se mantiene en 22 mercados tradicionales ubicados en Lima, Tumbes, Chiclayo, Loreto, Puno y Ucayali. Siendo los principales puntos de acopio y venta: Iquitos, Pucallpa, Chiclayo y Yurimaguas, seguidos por Tingo María y Puerto Maldonado.
La cadena de tráfico somete a los animales a situaciones de gran crueldad. Sufren de estrés y las pésimas condiciones de transporte incluyen hacinamiento en jaulas, botellas o bolsas, sometimiento a temperaturas extremas y, para evitar que se defiendan o escapen, en algunos casos se les extraen los colmillos, se les mutila las garras y alas.
El índice de mortalidad, además, es altísimo. Por ejemplo, por cada mono vendido como mascota, otros nueve han muerto durante la cadena del tráfico ilegal.