Por: Ivette Castañeda García
Especialista en Gestión Comunitaria, WCS Perú
Amalia es una mujer de 29 años que vive en una comunidad ribereña de Loreto, una región que se caracteriza por tener una variedad muy amplia de ríos, quebradas y lagos, las cuales, además, son un medio de desplazamiento y fuente de recursos para las personas.
Desde que era muy pequeña, siendo la mayor de sus 5 hermanos, su papá la llevaba a sus faenas de pesca y es ahí donde aprendió este arte. Amalia recuerda con entusiasmo las tareas: remendar las redes de pesca, preparar la carnada para los anzuelos, alistar los materiales para la embarcación y acomodar el rancho (refrigerio) para saciar el hambre durante la jornada, la cual, dependiendo del desplazamiento, puede durar incluso días.
Con orgullo cuenta que, durante las faenas con su padre, aprendió a pescar con anzuelo, lanza y red. Con el anzuelo y la lanza extraía los peces uno a uno. Y es que algunos peces, según cuenta, suelen buscar descanso y/o alimento en las áreas con vegetación como el tucunaré, un pez con escamas y tonalidades de colores oscuros muy vistosos, o la doncella, un pez sin escamas con franjas de color oscuro sobre el lomo claro, ambos muy cotizados por los restaurantes de las ciudades.
“Desde que era muy pequeña, siendo la mayor de sus 5 hermanos, su papá la llevaba a sus faenas de pesca y es ahí donde aprendió este arte”
Amalia también aprendió la técnica para pescar con red, con la cual atrapaba varios peces. Hay varios tipos de red comenta ella: las redes tramperas que se extienden de largo en el agua o las tarrafas, que abren en un lance al aire y cierran en la profundidad del agua. Generalmente, las redes se utilizan para la extracción del boquichico, la llambina, la lisa, entre otros, todos peces muy comunes en la mesa de los hogares de la Amazonía.
Sin embargo, las aguas amazónicas también traen sorpresas. Al navegar y pescar en los ríos te puedes encontrar con varios obstáculos. Uno de ellos son los bufeos, nos cuenta, que suelen destruir las redes de los pescadores para alimentarse de su contenido, o acercarse por curiosidad a las embarcaciones; pero, por su tamaño, pueden desestabilizar las canoas de los pescadores. A pesar de ello, Amalia no se intimida por el sonido estruendoso de estos animales y sabe cómo alejarlos.
Luego de una ardua jornada de trabajo, recuerda Amalia, ella y su papá disponían de peces variados y pequeños y los llenaban en tinas, las cuales podían contener entre 20 a 22kg de pescado. Los peces más grandes, eran vendidos individualmente en el mercado de la ciudad más cercana. Son momentos que lleva en el corazón con mucho cariño.
Pero un día esta rutina cambió. Amalia recuerda que no acompañó más a su papá a la pesca porque, según le dijo, “ya eres una señorita y debes quedarte en casa”. ¿Pasó esto una vez que inició su periodo? Sí, responde ella.
En algunas comunidades de la Amazonía todavía existe la creencia que las mujeres no deben acompañar las faenas de pesca porque traen mala suerte. Para otras, en cambio, si una mujer pesca es porque es homosexual, ya que quiere asemejarse al varón. Y es que, como ocurre en buena parte del Perú, todavía muchas personas piensan que, mientras los varones deben llevar el sustento de la familia, el mundo de la mujer está en el cuidado del hogar y de los niños.
Cuando Amalia conoció a su actual pareja, Lito, éste vivía de trabajos eventuales en el rubro de construcción, en las localidades y ciudad más cercanas. Había momentos en las que Lito no encontraba oportunidades, así que ponía manos a la obra en la pesca, actividad más segura para proveer ingresos rápidos y dar de comer a la familia en Loreto.
“En algunas comunidades de la Amazonía todavía existe la creencia que las mujeres no deben acompañar las faenas de pesca porque traen mala suerte. Para otras, en cambio, si una mujer pesca es porque es homosexual”
En el primer año de la pandemia, por ejemplo, los proyectos de construcción declinaron en la región y la pesca se convirtió en una actividad muy importante en el hogar. Esta, junto a la agricultura, complementan la economía familiar de Lito y Amalia y también de muchos hogares. En el caso de Amalia, ella trabajó con su pareja en ambas actividades, entonces la experiencia que ganó desde niña en la pesca le sirvió mucho. Además, mientras la pareja no tenía hijos, Amalia podía alejarse de casa para pescar.
A pesar de sus conocimientos en la pesca, su género es aún una limitante ante los demás. En una ocasión, Lito fue invitado a participar en una iniciativa de pescadores de su localidad. La idea era conformar una asociación que represente los intereses de los pescadores frente a las autoridades del Estado y que les permita acceder a beneficios que, de forma separada, no lograrían o les costaría (mucho más) obtener.
La pareja de Amalia decidió unirse a la asociación con otros 27 pescadores de la localidad y empezaron juntos su proceso de formalización como pescadores. Amalia pensó en algún momento sumarse al grupo, también formalizarse como pescadora, pero no se atrevió. El sentimiento de incomodidad se transformó en una limitante, y es que lo usual en estas organizaciones es que participen varones, aunque en un hogar pesquen padre e hija, esposa y esposa, ellos son los jefes del hogar. Además, ya para este momento, Amalia tenía un hijo de casi dos años y sería difícil que Lito y ella puedan participar de las capacitaciones, reuniones y actividades de la asociación, pues alguien debía cuidar del pequeño y, para la sociedad loretana, lo natural es que la madre cumpla con esta labor, cuenta Amalia, como aceptando que así son las cosas para las mujeres.
Basándose en el Censo Nacional de Pesca Continental - CENPAC, el 9 % de las mujeres censadas en el ámbito continental indicó pertenecer a alguna organización social de pescadores (Godoy et al.) y afirman que “la baja presencia de mujeres en las organizaciones del sector no tiene relación con su capacidad o interés por la asociatividad, sino que responde más bien a la asignación de los roles según género y, por ende, a las oportunidades con que cuentan para participar en las organizaciones gremiales” (WCS, 2021).
La historia de Amalia es relativamente común, y conocerla nos permite apreciar la invisibilización que existe aún sobre las mujeres en la pesca. Las historias tan personales como la de Amalia, nos permiten apreciar una parte, aunque sea pequeña, de su realidad personal, familiar y organizacional. Incluso, nos permite saber de casos en que los “techos de cristal” para las niñas puedes ser más bajos.
En el caso de Amalia, ella aprendió muy bien a pescar desde la infancia, al ser la mayor de una familia amplia y no haber varones con edad suficiente para salir a las faenas con su padre; pero, en otras circunstancias, las creencias tradicionales sobre el “lugar de las niñas” muy posiblemente se habrían impuesto.
Aún así, Amalia nos permite reconocer que las mujeres tienen varios roles en la cadena pesquera: realizando la extracción junto a sus padres o parejas, procesando el pescado obtenido y/o vendiéndolo en los mercados de las ciudades.
Sin embargo, su relato nos muestra que, en comparación con los varones, las mujeres no suelen formalizar su rol en la actividad con una constancia y permiso. Además, los casos en que una mujer llega a tener una participación gremial o de asociación en el rubro pesquero son muy particulares. Si hablamos de ocupar cargos representativos, estos casos se vuelven excepcionales.
En el Perú, la participación de mujeres en las actividades pesqueras aún no es muy reconocida, pero en otros países ya se está empezando a visibilizar y potenciar esa contribución femenina a la pesca. Esta problemática no sólo tiene efectos para las mujeres, sino (también) para la comprensión de la pesca y las políticas de promoción de esta actividad.
Esta crónica es una historia ficticia construida a partir de los testimonios de mujeres de comunidades, gracias al trabajo realizado en el proyecto "Mitigación de conflictos pesqueros en Loreto" de WCS Perú y USAID Perú, y busca visibilizar parte de la problemática que viven muchas mujeres amazónicas en la pesca.
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